viernes, 17 de julio de 2009

El poeta Germán pardo García y su colegio en Ibagué

El poeta Germán Pardo García sólo estuvo en tres ocasiones bajo el cielo de Ibagué. El tiempo de su nacimiento cuando su padre era el Presidente del Tribunal Administrativo del Tolima como magistrado, la vez que viajó siendo muy joven a conocer el casi diminuto ataúd en que iban a enterrarlo y la mañana en que llegó por última vez envuelto en un pequeño osario convertido en un montículo reducido de cenizas. Fueron pocos meses de su estadía en la capital del Tolima porque su padre fue trasladado a Bogotá y apenas tres días al llegar donde sus familiares para ver directamente en qué iba a terminar por la mielitis crónica y mortal que le decretaron los médicos. No imaginó que sus restos terminaran en esta ciudad y mucho menos en un osario ofrecido por la curia en el cementerio central. Vivió en ciudad de México durante la mayor parte de su vida y fue allí donde construyó su obra y su prestigio. Más de cuarenta y cinco libros fueron otorgándole los pasos para llegar a la cima y las publicaciones de su revista periódico Nivel lo mantuvieron en el activismo cultural, independientemente de su tarea disciplinada como profesor universitario. Lo visité junto a otros escritores en la calle del Río Neva entre ríos y ya dentro de su apartamento donde no recibía a nadie, examinamos su pulcritud y su enorme soledad. Tanto al periodista Jorge Eliécer Barbosa como al escritor Humberto Tafur y a mí, nos entregó el grueso volumen titulado Apolo Pankrator que resumía buena parte de su obra. Con su dedicatoria y sus palabras supimos que ir a México había valido la pena. Lo había leído poco pero me entusiasmé con la lectura de su obra parecida materialmente a un enorme diccionario Larousse. Realicé para entonces una antología que perdí y que tengo deseos de reelaborar con su relectura. Tiempo después llegué a la burocracia cuando tenía tan sólo 32 años y al tener la ocasión de bautizar un colegio no dudé en ponerle su nombre. Lo demás es de dominio público y el Pardo García es una institución de gran valía. Hoy veo que han pasado treinta años y que tanto su obra como su nombre y apellidos figuran fulgurantes por la tierra que lo vio nacer. Veo con alegría que hoy por hoy tienen a un rector dinámico amigo de la cultura que sabrá emprender las acciones para que estemos allí contándole a las nuevas generaciones parte de la historia de un poeta digno de alabanza.

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